Prefacio;
Sabía que mi destino
había cambiado justo cuando lo conocí, o quizá
es que él era mi destino desde un principio. No me esperaba que una
simple plática hiciera que mi vida girara 180°. No hay duda que el amor existe,
y para ello no hay edad.
Claro, siempre habrá
envidiosos que juzgaran nuestra relación, dirán que eso esta éticamente
prohibido. Pero cuando uno ama, nada de eso importa.
¿Mi vida? Soy una
típica adolescente, estudio el último año de preparatoria, trabajo medio tiempo
en un cibercafé, voy a fiestas siempre y cuando llegue a mi casa antes de las
10:00 pm y tengo una vida familiar de mierda, con todo respeto.
¿Su vida? Exitoso,
sociable, tiene un muy buen trabajo, estatus social alto, y es 7 años mayor que
yo…
¿Por qué tenia que
cruzarse en mi camino? ¿Eran tan necesario esto? ¿Acaso la vida cree que los
polos opuestos se atraen?...
Desgraciadamente, así
es la vida real, un lugar de donde no podemos
escapar o desaparecer. El me lo advirtió, y no quise entender. Pero
ahora, me encontraba situada justo en
donde las críticas podían más con nosotros, ¿Por qué tenia que enamorarme de mi
profesor?
CAPÍTULO 1
Justo hoy, es cuando deseaba poder
quedarme en casa sola. Tenía tanto sueño que juraba que me quedaría dormida
durante el examen semestral de cálculo.
Aparte, mi cabello libraba una dura
batalla conmigo. Por mas que lo cepillaba no podía ser controlado, estaba
empeñado en acomodarse como quisiera. Era muy tarde para usar la plancha para
alisar, así que me rendí y me hice una coleta y añadí un lindo moño blanco para
contrarrestar el horrible cabello. Era demasiado tarde para desayunar, así que
no tendría tiempo de desayunar…
Además hoy tenía los ensayos de teatro
y mi medio turno en el cibercafé de la esquina… Ayer había tenido que trabajar
hasta tarde y aparte había tenido los ensayos de Danza. Y durante la semana, tendría
ensayos de animadoras y bastoneras. Yo y mis locuras de estar en todos los
clubs de la preparatoria, gracias a eso ya era muy conocida por todos. Lo que
pueden lograr casi 3 años de andar en todo evento escolar... Popular, así me catalogaron todos en mi salón
y en la escuela. Soy la típica chica extrovertida, que le gusta participar en
todo, y ayudar en lo que los demás necesiten. Desgraciadamente a la hora de necesitar
un hombro en donde llorar, solo se encontraba una persona, que a pesar de mis
altas y bajas, siempre estaba ahí para apoyarme…
—¡Madison!—resonó una voz desde abajo,
supongo que de la sala. Era mi siempre puntual mejor amiga…
—¡Ya voy Alex! —respondo mientras me
pongo mis tenis deportivos, desconecto la plancha de alisar (sin usar), tome mi
mochila y baje corriendo las escaleras. Alexandra ya se encuentra el pie de las
escaleras de mi casa. Tanta confianza tenemos, que ni siquiera pide permiso
para entrar a mi casa o yo a la suya. Es como si fuéramos hermanas viviendo en
casas diferentes. Al verla me dedica una perfecta sonrisa llena de brackets la
cual no evito corresponder. Es hermosa, pero lo que discuto con ella es que no
se arregla. Si se arreglara fuera la chica más hermosa del colegio, quitándome
a mí ese puesto que según ella es el que tengo.
Su largo cabello castaño está en su
habitual trenza, sus ojos verdes atrás de sus gafas de aumento y su delgado
cuerpo, oculto con unos jeans oscuros, una
blusa gris y una sudadera negra.
Vestimos casi igual, a excepción que
yo uso un short de mezclilla arriba de la rodilla. Casi siempre coincidimos en
los colores que usamos. Algo más para agregarle a que pareciera que somos
hermanas.
—¡Milagro! Ahora bajaste al primer
grito, ¿te encuentras bien?—me dijo Alex sarcásticamente, y yo solo le mostré
mi lengua.
—¿Me creerías si te digo que no dormí bien
durante la noche?—respondí cansada, odiaba mi vida.
—¿Qué sucedió ahora? —pregunto a la
defensiva mi mejor amiga, sabiendo que me ocurría algo, era mejor decirle lo
sucedido ahora, me era difícil ocultarle cosas.
—Anoche Eleazar discutió con mi madre
de nuevo—le dije directa y con media sonrisa encogiéndome de hombros como para
restarle importancia.
—¿Qué? No te hizo nada ahora el
infeliz, ¿verdad? —pregunto exaltada mi
amiga, por eso no me gustaba que supiera sobre mi patética vida familiar, se
preocupaba mucho, mas cuando Eleazar, el esposo de Vianey, mi madre, desde hace
5 años que me golpeaba.
—Tranquila, no… Pero los malditos
gritos no me dejaron dormir. Te juro que un día de estos llamare a la policía y…—
—No lo harás… Siempre dices eso y no
lo haces… Maddie, es hora de que seas valiente, y tu madre también. Denuncien a
ese infeliz…—me hecha el sermón de siempre, si, cuantas ganas no me dan de
hablarle a la policía y decirle que mi padrastro nos golpea a mi madre y a mi.
Pero sé que sin él ahora estaríamos en la calle o peor aún, mi madre muerta,
por la depresión que le dio al morir mi padre. Lo echaba mucho de menos, cuando
yo tenia 5 años éramos la familia perfecta. Ahora, eso había quedado en el
pasado…
—Tienes razón, pero también sabes que
mi madre jamás lo permitiría. Lo único que me queda es la resignación—termine
afligida. Odiaba mi patética vida.
—Nada de resignación, Maddie, aunque
todos digan que eres la más popular en la Preparatoria solo para llamar la
atención y que ayudas para que te deban favores, yo sé que eres la persona más
noble sobre la tierra y de verdad lo haces de corazón, tú no mereces esto. Y
recuerda que después de la lluvia, viene el arcoíris. Yo sé que tendrás cosas
muy buenas en el futuro…—termino Alex con una sonrisa, amaba a esta chica,
siempre sabia como animarme.
—Conozco a alguien más noble que yo—inquirí
con una sonrisa.
—¿Así? ¿Quién? —pregunto confundida,
era tan sencilla, por eso la amaba. Era mi mejor amiga desde cuarto de
primaria, que fue cuando yo llegue a esta ciudad y esa amistad no se rompía por
nada.
—Tú, mensa—le solté haciéndome la tonta
y le dedique otra sonrisa.
—Jajaja… Lo sabía…—me respondió algo
apenada, pero haciéndose la arrogante.
—Te quiero—le dije de repente para
agradecerle.
—Yo te quiero más… Pero te odiare si
me haces llegar tarde a mi examen de Estadística—continuo haciéndose la
arrogante y me lanzo un beso al aire para restarle importancia al regaño
—Ok, ya basta de dramas y vámonos—Tome
las llaves de la casa y cerré, solo deje un pequeño recado en el refrigerador
para mi madre avisándole que llegaría tarde porque iría al ciber a trabajar.
Solo esperaba que cuando yo regresara ya estuviera dormida. Alex se subió a su Mercedes
celeste y yo la seguí en el copiloto. Alex sí que tenía dinero, era la típica
chica proveniente de una familia de herederos ricos, cuyos padres son exitosos
y no les falta el dinero. Tienen hasta un sirviente para cada habitación de su
enorme casa. Y aunque lo usual seria que Alex se creyera la mismísima reina por
su atractivo, dinero e inteligencia, no lo hace, es más humilde que otros que
ni siquiera tienen la mitad que ella. Por eso la admiro y quiero tanto y
agradezco a dios por darme una amiga tan especial. El camino como siempre, es
agradable, le sube a nuestra estación de radio favorita y vamos tarareando las
canciones de Muse, Paramore y Green Day.
La preparatoria, el Colegio Juvenal Rendón, está a solo 20 minutos de mi
casa. Por lo que llegamos muy rápido, más si consideramos la velocidad con la
que conduce mi amiga.
Cuando nos bajamos, varios chicos se
nos quedan viendo como siempre e incluso unos se ofrecen a ayudarnos con
nuestras cosas. Algo que detesto, solo lo hacen porque quieren quedar bien.
Alex siempre los ignora, además que es muy tímida para mantener una
conversación con un chico por mas de 5 minutos, en cambio yo, bueno, no soy una
experta en chicos, pero se lo suficiente y siempre trato de mantener una
conversación agradable con ellos. No se sabe cuando puedes necesitar a un amigo
o conocido hombre.
Llegamos a nuestro salón y en mi
mente, voy repasando las ecuaciones y derivadas para poder pasar el examen. Si
apruebo todas las materias con promedio de 10 al final de año, podre tramitar
una beca para estudiar en la Universidad de Pedagogía. Deseo ser Maestra de Primaria,
algo que me apasiona demasiado y sé que mi futuro es estar ahí. No se porque,
no tengo familiares maestros, pero desde pequeña, siempre me ha llamado la
atención como dan clase los maestros y los admiro mucho, así que estudiar en la
Universidad de Pedagogía sería una gran oportunidad para salir del tormento que
vivo en mi casa. A los 5 minutos que ya estoy en mi asiento, el timbre suena y
significa el comienzo del primer examen de este día de semestrales. El primer
examen, es Estadística, algo fácil para mí la verdad, por lo que lo contesto sin
demora. La ventaja de terminar primero es que el profesor nos deja salir, según
para evitar que distraigamos a los demás, pero yo agradezco, así puedo estudiar
un poco para el de Cálculo, que es el que verdaderamente me preocupa. Me siento
en la banca que está afuera del gran salón beige y saco mis apuntes para
estudiar. Me entretengo tanto que no me doy cuenta que alguien está enfrente de
mí hasta que me toca el hombro y pasa sus manos enfrente de mis ojos. Levanto
la mirada exaltada y asustada. ¿Cómo no me di cuenta que había alguien enfrente
de mí?
—¿Señorita? ¿Se encuentra bien? —escucho
que dice una voz muy masculina. Solo escucharla hizo que mi piel se erizara y
me dieran pequeños escalofríos. Lo miro a los ojos y hay algo que me hace
perderme en mis pensamientos. Es un chico, más bien un hombre, rondando los
veintitantos años, se ve maduro, pero no para ser un viejo. Es guapo, muy
guapo. ¡Rayos! ¿Qué estoy diciendo? ¡Es muy grande para mí! Pero eso no deja de
decir que sea guapo, mi mente me grita. En eso me doy cuenta que el guapo
espera una respuesta, mi respuesta y se le ve preocupado. Me doy unas bofetadas
mentalmente para aclarar mi mente y poder responderle.
—Eh… Si… perdón, creo que dormite…—respondí
apenada, era una completa idiota.
—No te preocupes, perdóname tú por
despertarte. Y perdón por molestar, pero ¿me puedes decir donde está la
dirección? Llevo 15 minutos intentando localizarla y eres la única estudiante
que esta afuera —respondió con esa hermosa voz suya, tenerlo enfrente de mi hacía
que sintiera cosas extrañas dentro de mí. Aparte la familiaridad con la que me
hablaba, o quizá yo lo sentía tan familiar, era exquisita la sensación.
—Oh, ¿la dirección? Claro, subiendo
las escaleras del edificio que esta
allá, la segunda puerta—señale lo más clara posible, tenerlo cerca me
nublaba los pensamientos.
—Muchas gracias señorita… ¿Puedo
preguntar porque está afuera en vez de estar como todos los demás haciendo
examen? ¿Se siente bien?—inquirió algo
confundido, si lo conociera diría que preocupado, pero eso era imposible, ¿cómo
un extraño tan atractivo se iba a preocupar por mí?
—Sí, estoy bien… Gracias. Lo que pasa
es que… ya termine mi examen…—respondí atontada, el tan varonil y yo una
chiquilla de 18 años pensando en lo guapo que es. Me sonroje ante eso y oculte
un poco mi cara para evitar que me viera.
—¿En serio? ¿Cuántos años tienes? —me
pregunto y no pude evitar fruncir el ceño y poner un signo de interrogación en
mi frente, ¿realmente me está preguntando mi edad?
—Uhmm… 18—respondí más confundida que
antes.
—Oh… Interesante—lo dijo más como un
susurro pero lo escuche—. Bueno, señorita la dejo, que tenga un buen día,
Dominic Battaglia a sus órdenes—se despide y empieza a avanzar rumbo a
dirección.
—Madison Clasben—digo mi nombre algo ida.
Si fuera un chico de mi edad juraría que había intentado ligar conmigo. Pero
claro, eso es imposible. No era un chico de mi edad, y no había intentado
coquetearme…. Esto de no haber desayunado temprano me afectaba demasiado.