sábado, 22 de noviembre de 2014

Estrella Deneb Farro - Capítulo 7

Ya habían pasado varios meses desde la última vez que había estado en el mismo lugar que mis seres queridos. Me había desconectado socialmente de todos aquellos que me importaban y me había enfocado únicamente en mi trabajo y en terminar mi primer curso de Modelaje.
Decidí hacer algo nuevo, después de que fui de compras a una boutique reconocida y una diseñadora de modas me había insistido tanto en modelar algunos de sus diseños.
Acepte, necesitando algo para distraerme de mis penas y de mis amores imposibles.
Dicen que las penas son más llevaderas con el alcohol, otras, con las drogas, pero en mi caso, ninguna de las dos opciones era válida, ni siquiera con la sangre, así que mi única alternativa era concentrarme en otras cosas y mantenerme ocupada.
Solamente había visto y hablado con Christopher unas cuantas veces, pero por puros asuntos de “trabajo”. Quería que le explicara con detalle que sabía acerca de “criaturas malignas bebedoras de sangre” asechando en Forks, omití que conocía muchas de ellas, ya que las criaturas bebedoras de sangre eran mis amigos y familiares. Pero si le di todos los detalles posibles acerca de los que me secuestraron anteriormente y alguno que otro enemigo de mi familia. Pero obviamente no especifique, no quería exponerlo a que se hiciera el valiente y fuera a cazarlos y ellos pudieran más que Christopher. Se me hacía un nudo en el estómago solo en pensar que le pudiera pasar algo malo por culpa mía y de mi mundo. Por lo que decidí alejarme de él y tratar de olvidarlo. Un humano y una bebedora de sangre como yo jamás podrían estar juntos. Añadiendo que él era un cazador de los de mí especie. Debía olvidarlo definitivamente.  Hay amores que están predestinados a estar juntos, otros a estar juntos, pero peleando constantemente y otros, imposibles, que ninguna de las dos opciones se hace valida… Yo era del tercer grupo.
Estaba vistiéndome después de haber tomado una ducha en mi departamento para salir a mi curso de modelaje de las 6:00 pm cuando recibí una llamada inesperada. Esto era raro porque no había sonado mi teléfono en más de 5 meses más que en el de mi casa y eran llamadas de Steven por el trabajo y de Verónica por el modelaje.
Conteste algo confundida y me asombre más al ver quien era. Reina.
–¿Qué sucede Reina?–
–¡Estrella! ¡Necesito que vengas rápido! ¡Ya va a naceeeeer!!
–¿Qué? ¡No esto no es cierto! ¿Dónde estás?
–En mi casaaa, estoy sola. Por favor ven rápido.
–Claro, llego en 5 minutos.
Colgué y así como lo hice me puse mis zapatos, tome las llaves de mi auto y salí corriendo hacia su casa. Esto era inesperado y en cierta forma alentadora. Sentí como mi vida estaba empezando a cobrar algo de sentido. Un bebe es lo que hacía falta en mi vida. Sol ya estaba grande y tenía su vida hecha, pero este… Era una nueva vida que cuidar y llenar de amor. Además con Reina había establecido un nuevo vínculo y estaba decidida a hacerla de nuevo mi familia. Aun si eso significaba ignorar a mi propio hermano Tyler.
Llegué a los 5 minutos a la casa de Reina y ella ya se encontraba afuera lista para subir al auto.
A simple vista se veía bien, pero ya de cerca se notaba una ligera capa de sudor en su rostro y unas ojeras bien marcadas.

–¿Estas bien?–pregunte aunque bien sabia la respuesta.
–No, he tenido contracciones desde la madrugada. Estaba debatiéndome entre a quien llamar–respondió algo cansada y ligeramente apenada.
–¿Por qué rayos no me marcaste antes? ¡Estas poniendo tu vida y la del bebe en riesgo!–
–Pensé que solo sería por un momento y que Sol o alguien llegaría–me dijo con voz entre cortada. Esto me estaba preocupando, se veía muy fatigada. Así que pise el acelerador y me dirigí con el único doctor que conocía aparte de Carlisle Cullen que sabía sobre partos “sobrenaturales”, el doctor Collins.

Al llegar, la recepcionista como ya me conocía nos pasó inmediatamente a la sala de urgencias. Ahí el doctor Collins preparo a Reina para el parto. Me quede con sus cosas y decidí mejor esperar en la sala. Por nada del mundo entraría a la sala de parto. Era mejor mantenerme alejada de la sangre por el momento. Tenía 2 meses sin beber sangre y debía evitar riesgos innecesarios.
Pasaron las horas y Reina seguía en labor de parto. Una enfermera salió tres veces para avisarme el estado de mi cuñada. Era algo difícil pero después de 3 horas, por fin nació y Reina estuvo fuera de peligro.
–Puede pasar, Señorita Farro–me dijo la enfermera con una sonrisa.
Accedí a la habitación que le habían asignado  y ahí estaba. En ese momento mi corazón se detuvo y mi mundo junto con él. Era la cosita más hermosa que había visto. Desafortunadamente no había podido estar presente en el nacimiento de Sol, pero esta bebe, era hermosa. Tan pequeña y frágil que sentí la necesidad de querer protegerla de todos los peligros, incluso de mi si es necesario. Me acerque y Reina algo soñolienta me la entrego con una sonrisita de satisfacción.

–Es niña– dijo con orgullo. Tome a la bebe en mis brazos con cuidado deseando yo ser su madre. Era una pequeña muñeca de apenas 48 centímetros y 3 casi 4 kilos. Estaba toda rosita, aun en la espera de su color natural, y con los ojos cerrados. Deseaba saber a quién habría sacado los ojos, ¿de color como los  de Tyler y míos, o marrones como los de Reina?
Su cabello, aunque era poco, estaba claro que sería color castaño claro y rizado. De grande seria la envidia de todas las chicas humanas.

–No le digas a Tyler, ella es mía, ¿entiendes? –me dijo Reina con fiereza y asentí, no quería hacer que se exaltara. Por ahora no llamaría a mi hermano, pero él tenía el derecho y el deber de saber de su hija.
–No le diré, pero esta bebe, también es mía. No puedes apartarme de ella–le dije mirando a la cosita que tenía en mis brazos. No podía dejar de admirarla.
–Bien… –respondió con una sonrisa y añadió. –Gracias por estar conmigo en estos momentos–
–Es un placer–

Poco tiempo después la enfermera me pidió que abandonara la habitación para que Reina descansara porque aún seguía con pocas energías por el parto y para que alimentara a la bebe. Me preguntaba que le darían de comer pero eso era la menor de mis preocupaciones.
Salí rumbo a la tienda más cercana para comprar lo básico para mi sobrina. Pañales, cobertores, ropita, y decidí comprarle también a Reina algo. Pague y corrí de nuevo a la clínica del doctor Collins, iba entrando a la recepción cuando alguien casi me golpea con la puerta, gracias a mis reflejos logre hacerme un lado pero no pude salvar las cosas y cayeron al suelo.

–¡Demonios! ¡Estúpido, imbécil! –maldecí en voz baja a quien me tiro e inmediatamente me agache, el estúpido se agacho también para ayudarme.
–Sigues siendo tan adorable, Estrella–me respondió y me quede estática. Conocía esa voz. Levante mi rostro y ahí estaba la personificación de un dios griego. Mi Christopher.
–Que… ¿Qué estás haciendo aquí? –pregunte mientras me ayudaba a levantarme con una mano.
–Mi tío es el dueño de la clínica, ¿recuerdas? –respondió sarcástico. Claro que lo recordaba pero no esperaba encontrármelo aquí justo ahora.
–Sí, lo sé, pero… Está bien, recapitulo, ¿Qué estás haciendo aquí justo ahora? –añadí con cansancio pero con  una sonrisa en el rostro.
–Vine a ver a mi tío y me dijo que aquí estabas pero habías salido por unas cosas, te espere, pero como vi que tardabas decidí ir a buscarte. Pensé que podrías ser secuestrada de nuevo y necesitar mi ayuda–
–Ja ja ja, que caballeroso, pero estoy bien, puedo cuidarme sola–respondí algo irritada. ¿Tan indefensa me estaba volviendo?
–Si claro, pudiste cuidarte muy bien hace unos meses–contraatacó con sarcasmo y apelando por mi incidente pasado.
–Eso no cuenta, me tomo por sorpresa y estaba débil, ahora ya no–respondí con fuerza y le mostré mis colmillos como una broma. Por un segundo note que palideció ante eso y por un momento me arrepentí, frunció el ceño levemente como debatiéndose y me reprendí mentalmente. “Idiota, sabes que odia a los vampiros y tú le muestras tus colmillos”. Por un segundo pensé alejarme sin despedirme pero él recobro la compostura y me sonrió sarcásticamente.
–Veamos qué tan fuerte estas hoy–me tomo de la cintura y me acerco a él tomándome desprevenida, nuestros rostros estaban a pocos centímetros de distancia y pude sentir el calor de su cuerpo. Su aliento lleno mi nariz, y me recordó el por qué yo no podía merecerlo. Después de todo este tiempo… él todavía hacia agua mi boca. Me solté delicadamente de él y le sonreí lo mejor que pude.
–Eso es jugar sucio, pero si me disculpas, tengo una bebe esperándome–añadí e hice ademan de marcharme pero me tomo el brazo.
–Espera, yo también quiero conocerla–dijo con seriedad y me sorprendió eso. ¿Quería conocerla? ¿Para qué? ¿Quería comprobar que fuera una bebe normal y no una bebedora de sangre? Aquel pensamiento me enfureció pero decidí dejarlo pasar y me encamine a la habitación de maternidad. Christopher me iba siguiendo en silencio.
Entramos a la habitación y Reina estaba dormida o eso pensé yo porque tenía los ojos cerrados, mi sobrina estaba en su regazo igualmente dormida. Por lo visto ya habían comido las dos. Puse las cosas que compre para ambas en la mesita y me acerque a la bebe para cargarla. Christopher era una máscara sin sentimientos. Y si tenía, no podía notarlos. Me pidió cargarla y dude en dársela. Me aseguro que estaría bien y se la pase. Al tomarla, su cara manifestó ternura.

–Te aseguro que tus hijas serán igualmente hermosas que esta niña. Es un ángel. Tan pura como el Cristal. Como tú lo aparentas…–termino con una sonrisa irónica y me resistí a darle un codazo. Por un segundo, me pareció ver que Reina y la bebe inclusive estaban sonriendo, aunque puede que fuera solo producto de mi imaginación. Se hizo un cómodo silencio entre los dos y a los pocos minutos Reyna despertó. No como me hubiera gustado verla. Aun se veía cansada y enferma. Me asusto.
–¿Estas bien? ¿Necesitas beber algo?–pregunte dulcemente y ella negó cuando vio a Chris estremecerse ligeramente.

–No. Solo necesito descansar. Necesitamos nombrar a la bebe. Y espero que tu –se dirigió a Chris– cuides bien de ella–. Termino suavemente con una sonrisa y se volvió a dormir. Quizá solo estuviera soñando. No sabía a quién se refería que cuidara bien, pero supuse que sería a la bebe y tenía razón, debíamos ponerle un nombre, pero ya tendríamos tiempo cuando despertara de nuevo…

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