sábado, 4 de abril de 2015

Mildred Universitaria

Hay tantas cosas encerradas en un Te amo, pero solamente los seres humanos hemos descubierto lo esencial. Que esa palabra lleva consigo la respuesta a estímulos para perpetuar la especie y pura supervivencia.

PREFACIO
Creo que debí darme cuenta que en realidad no me amaba, su “cariño” solo llegaba a un simple aprecio y que por mas palabras bonitas que un hombre te diga, jamás debes caer.
Aprendí este juego desafortunadamente a muy temprana edad.
Estaba convencida de no dejarme de nadie, de ser independiente, de que no sería utilizada, y al final perdí.
Era un juego de niños, pero el que se enamora pierde, y la que perdí fui yo.


CAPÍTULO 1
Hoy era un nuevo día. Estaba lista para comenzar mi primer día de trabajo. Había encontrado un trabajo sencillo que no requería demasiado agotamiento, ya que me encontraba cursando mi último año de universidad y quería un trabajo ligero que no me consumiera en tiempo pero a la vez me permitiera pagar mis materiales de la universidad.
Es increíble como pasaba el tiempo. Pareciera ayer cuando comenzaba la universidad.
*FLASHBACK*
Universitarios yendo de un lado para otro, tratando de encontrar su aula de clases para iniciar el día. Carros acelerando y frenando justo para llegar al estacionamiento y a su vez, salir más estudiantes llegando tarde. A mí nunca me había gustado llegar tarde, mucho menos el primer día. Por lo que me encontraba media hora antes de la entrada, 7:30 a.m. Ya sabía dónde se encontraba mi aula, ya había puesto mis libros en donde yo quería que fuera mi lugar, y ya había leído la lista de mis compañeros nuevos. Seriamos 25, incluyéndome a mí. Suspire, ¿Por qué los mexicanos siempre dejan las cosas para el final?
Justo a las 8:00 a.m. entre al aula y tome mi asiento. Ya se encontraban varios de mis nuevos compañeros  ahí y no pude evitar sonreír cuando se me quedaron viendo.
Cuando estudiaba la preparatoria siempre era el centro de atención. Mis “amigas” eran las típicas chicas porristas populares que asistían a todas las fiestas y tenían muchos admiradores, yo por mi parte, prefería quedarme a leer un buen libro antes de asistir a unas de esas terribles fiestas, pero las chicas me convencían y solo acudía por un rato. No me gustaba ser antisocial, al contrario, me gustaba conocer gente nueva, conversar con los chicos, vestir a la moda y beber un poco. Pero creo que eso fue lo que ocasiono mi desgracia.
Salí de mis pensamientos cuando una chica delgada y rubia paso a mi lado y tiro de todas mis cosas. Estuve a punto de recriminarle y gritarle pero me contuve, no quería dar una mala impresión en mi primer día. Solamente le sonreí falsamente y volví con mi mirada al frente, pensando en que diría la gente de mí cuando me vestía con esas minifaldas. Como me recordaba esa chica a mis viejas amigas. Falsas, engreídas, con el mundo a sus pies. Admito que yo también era así, pero descubrí que esa manera de ser no me llevaba a nada y decidí ser yo misma.

Pasados los 5 minutos con todos mis compañeros adentro, un chico alto, tez aperlada y unos lindos ojos como las esmeraldas se sentó a un lado de mí. Lo mire confundida. ¿Acaso ya no había asientos libres?
Eche un vistazo rápido al salón y aun había asientos disponibles y estoy segura que a la rubia falsa le hubiera encantado que se sentara cerca de él. El chico al notar mi cara me observo de una manera rara.
¿No está ocupado aquí, o si?
Eh, no.
Genial. Soy Miguel de Jesús. Y extendió su mano hacia mí. No entendía, ¿Por qué me hablaba?
Me llamo Mildred, le respondí con una sonrisa falsa con la intención de que lo notara y con suerte, no me dirigiera la palabra ya. Pero en cambio solo me sonrió más y sostuvo mi mano más tiempo del necesario.
No pude evitar sonrojarme y me regañe internamente. Era una tonta, estaba dispuesta a alejarme de niños guapos como él y ya estaba fraternizando con uno.
Solté su mano sintiendo un vacío en mí y me voltee hacia otro lado.
Llego el profesor y afortunadamente comenzaron las clases.

Cuando llego la hora de descanso prácticamente tome mis cosas y salí corriendo al estacionamiento, quería ir a almorzar a un pequeño restaurante que me gustaba mucho su sazón. Al llegar a mi pequeño Focus fiesta sentí una oleada de ira. Algún individuo había dejado su mercedes atrás de mi coche bloqueándome la salida. Lo único que me faltaba.
Estaba a punto de abandonar mi idea de comer allá y probar la comida de cafetería cuando me tocaron el hombro, por lo que asustada le di gran golpe con mi bolsa ventaja.
¡Tranquila, soy yo, Mildred¡
¿Miguel?, demonios, me asustaste!
Lo siento, te seguí pero creo que debí hacer algún ruido antes. Contesto mientras ponía una mano en su cara, justo donde le había dado un buen golpe y ahora su perfecta cara perlada era de un color rojo. Seguro dejaría marcas
Porque demonios me seguías
Te iba a invitar a almorzar, por cierto, tienes un muy lindo coche. Es de este año?
Si, regalo de cumpleaños. Y porque supones que aceptaría comer contigo
No lo sé, me pareces una chava muy linda, aunque hay algo en tu vestir que no me cuadra, pareciera que ocultas algo
Me conoces dos horas y ya adivinaste mi pasado? Estas mal. Me tengo que ir.
Efectivamente había acertado. Me había vestido exactamente de una manera que no era mi estilo, pero lo único que             quería era que no se me acercaran chicos como él. Chicos que posiblemente asistían a muchas fiestas, bares, antros y me reconocieran de una.
Me subí a mi coche y una vez que quito su coche, arranque y no me detuve hasta llegar a mi restaurante.

*Fin del Flashback*

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